CRITICAR



¡Qué fácil es criticar! ¡Muy fácil! Cuando uno realiza una actividad, sea la que fuere, te enfrentas a la crítica constante de quien mira tu trabajo, siempre a la espera de ver cómo es recibido por otro. Y muchas veces resulta que los comentarios llegan acompañados de risas, pues se considera ridículo lo que se hace. Es una pena enorme esta actitud que desvalora el trabajo de los demás. Claro que habrá ocasiones en las que la calidad de lo que se hace necesite de una dura crítica, pero cuando esa crítica viene de parte de alguien que no realiza actividad alguna no sabes cómo tomarla. Podría decirse que la crítica es una actividad suficiente, pero si ésta llega sin un trabajo de fondo se puede dudar enormemente de ella.
     No creo que haga falta hacer una distinción entre el crítico y el criticón. Lo lamentable es que parece que estamos llenos de los segundos, que, sin miramientos, te dejan ver lo que ellos consideran que está mal, pero al tratar de entrar en debate resulta que sólo te están dando una mera opinión sin fundamento. ¿No sé qué valor darle a eso? Quizás haga falta ver que con trabajo propio se muestren las fallas que nos están atribuyendo, pero al venir estas críticas sin más sostén que lo que acaba de ocurrir parecerá que es indigno de tomarse en cuenta. Sin embargo, resulta que para efectos prácticos tienen un gran peso todas esas críticas/opiniones obligándonos a enfrentarlas de algún modo. Pues precisamente a los que queremos llegar son a esos que nos dicen sin más, si acaso no somos nosotros mismos.

     Las críticas de ciertas personalidades suelen tener un mayor valor para nosotros, pues les reconocemos cierto trabajo que respalda sus palabras, quizás legitimando su crítica. Pero ciertamente éstas no son la mayoría de nuestras críticas recibidas. Quisiéramos encontrarnos con puras críticas constructivas, pero hay que ser ciego para no notar lo escasas que son. Entonces, ¿qué hacemos? Requiere esto de una respuesta bastante difícil de ofrecer por alguien que está en el límite de la buena crítica y el criticón. Quizás haya que aceptar esto primero: siempre estamos expuestos a hacer una buena crítica o decir la más brutal tontería.

     Ahora llamo al respeto, que es un asunto que olvidamos con facilidad. Tan acostumbrados a pretender tener la razón no nos damos cuenta que hay veces que estamos terriblemente equivocados y, en estos cosas, lo mejor es callar, podríamos decir algo, pero tendríamos que tener en cuenta que podemos estar errados. Aunque tampoco hay que temer al error, si se quiere opinar es mejor hacerlo, pues no siempre tenemos la opción de decir lo que pensamos. La expresión de nuestro propio pensamiento puede ser sorprendente, sólo hay que escucharnos y nos daremos cuenta. Es una cuestión difícil darse al pensamiento propio y respetar a los demás, pues la diversidad nos puede perder. ¿Cómo llegas a esto después de haber comenzado con la crítica? Pues es el simple deseo de que se respete lo que se hace, no siempre será lo mejor, ni lo más adecuado, pero es el principio para una mejor convivencia. Ni me quiero llenar de buenos deseos ni expresar una falta de respeto, pero no hallo tarea más difícil que prescindir de las propias ideas para comprender al otro. Tal vez valga la pena pensar y predicar una forma de relacionarnos que sea incluyente y no elimine lo que hace ser a uno el que es. Un conflicto entre el desear la buena crítica y no rechazar al criticón, dos formas simples en las que todos podemos caer.

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