REFLEJO EN EL LAGO


El sol se ocultaba, estaba tan lejos que se podía ver directamente, era amable con los ojos. Un hombre se encontraba sentado, recargado en un árbol, un cedro. A poca distancia había un lago. Con la mirada seguía el movimiento del sol. Las sombras se alargaban cada vez más. En el cielo había unas cuantas nubes, no eran ninguna amenaza de lluvia, el aire corría con fuerza y se llevaba las nubes en dirección opuesta al sol. El hombre tan sólo contemplaba. Lo embargaba la dicha de ser testigo del espectáculo que anunciaba el final del día.
Lo único que escuchaba era al viento moviendo las ramas de los árboles, con ocasionales visitas de las hojas que el aire arrastraba hacia él. Los pastos crecidos, a lo largo del valle, daban la impresión de estar presenciando el vaivén de las olas del mar en plena tierra. El viento llegaba a golpes, en un ritmo constante. El hombre escuchaba la música de la naturaleza; los minutos seguían transcurriendo mientras el sol bajaba más y más. En un momento, el agua cristalina del lago reflejó otro atardecer, era una copia perfecta en espejo perfecto. El hombre observó el atardecer en el lago durante un momento, esperando que el viento no aumentara para estropear  la imagen. No duró mucho, una fuerte ola a lo lejos mostraba que pronto se perturbaría el agua, impidiendo ver el atardecer en el lago, y tan sólo levantando la mirada podría seguir contemplando la imagen del atardecer. Cuando llegó la ola, el espejo comenzó a vibrar, durante un tiempo se perdería la imagen, el hombre era testigo de todo, del tranquilo espectáculo. La imagen apacible de pronto se volvió, con el roce de los dedos de quien sabe quien, algo completamente diferente, algo que no podría retener en la mente. El movimiento era demasiado, parecía seguir ahí el reflejo, pero ya no era el mismo, había sido liberado de la paz que parecía infinita. El hombre en aquel momento, en el que parecía que la paz, la tranquilidad, no podrían perecer jamás, empezó a temer, sintió que el aire le faltaba, su pecho le decía que algo no andaba bien, todo era tan inmenso y no tenía lugar hacia donde escapar, se quería ocultar, y se sentía atrapado. Se levantó de un salto, comenzó a caminar haciendo círculos, no perdía de vista el lago. En su interior se estaba ahogando, estaba siendo oprimido desde dentro. Sentía en cualquier momento todo terminaría, el sol desaparecería, el viento no soplaría, el valle se desvanecería, el árbol en el que había estado recargado se marcharía; el piso en el que caminaba, que tan seguro estaba de estar sobre él, dejaría de existir, era el final; el lago, sí, el lago que lo había perturbado intensamente se esfumaría llevándose el mundo. No dejaba de caminar vigilando el lago. Y en un instante, como el viento había llegado, de golpe se esfumó. 
 Lentamente el universo se calmaba, el agua; la quietud volvía, la imagen que se había vuelto de la noche, con una gran luna y el cielo estrellado, todo reflejado en el lago. Pensando que todo había pasado, sin dejar de estar consternado por lo ocurrido, volvió al árbol, esperando no se volviera a repetir tan cruel broma de la vida, miró a su alrededor, el sol estaba en su lugar, el valle seguía como lo recordaba de su más tierna infancia. El árbol estaba ahí, lo sentía en la espalda, para estar más seguro tocó el tronco con su mano. Se acomodó de nuevo en su lugar, observó el camino que había recorrido para llegar. Firme, volteó hacia el lago, lo tranquilizó por un momento ver que la distorsión se había ido. Cerró los ojos un momento, respiró profundo, y se dio cuenta que el viento también se había llevado su tranquilidad. Aún temía, la presión del pecho no lo abandonó, se cubrió el rostro con las manos. Comenzó a llorar. En un rato la luz del sol lo había dejado, lo cubrió la noche, el hombre se dio cuenta que jamás volvería.

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