CHARLANDO



Una buena charla se puede disfrutar más que una fiesta. No reniego de las fiestas, pero no se puede decir que sean mejor que las pláticas con unos amigos. El intercambio de pocos puede ser bastante fructífero, arroja a oportunidades diversas que en soledad no se podrían obtener. Darte cuenta que hay hegelianos que nunca han leído a Hegel deja una buena sensación, pues comprendes que no se necesita leer filosofía, ni a grandes pensadores, para tener ideas claras de problemas a la luz de las posibles ideas de un autor, que nada más por coincidencia tienen un eco con tus ideas. Eso, en definitiva, habla muy bien del pensador que no necesita estudiar filosofía para ser filósofo. Lo que lleva a preguntarse por la terquedad de querer ser un estudiante de filosofía: ¿no sería más auténtico simplemente filosofar desde la vida misma? Claro que debe de haber bastantes matices que podrían mostrar las diferencias, sólo queda asentada una posibilidad de desarrollarse que no se daría de la forma en que corrientemente hacemos filosofía. Además que no estoy seguro de qué queremos decir con hacer filosofía (como si en la vida diaria no nos dedicáramos de hecho a hacer filosofía con el simple transcurrir de nuestra existencia). Tal parece que nos tendríamos que ver fuera de la vida misma para “hacer” filosofía, y no creo que haya necesidad en ello, pero eso es lo que supuestamente hacemos: mirar a distancia.
     Doy gracias a que puedo encontrar a personas que son filósofas sin necesidad de estudiar filosofía, aunque no deja de parecerme extraño que también encontremos a filósofos que no hacen filosofía, es todo esto una visión muy confusa que debo ponerme a pensar. Claro que se podrían decir muchas cosas para darle forma a esto que tan sólo es un panorama muy general de no sé bien qué. Simplemente es bueno conocer filósofos diferentes, todo por salir a la calle y ver a alguien distinto.

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